Dos leyendas del futbol lusitano se arrellanaron en
la tribuna del Estadio Nacional de Varsovia. Eusébio y Figo coinciden en que
hace falta un tercer elemento que logre finiquitar el capítulo inconcluso que
se ha escrito a dos plumas: campeonar a Portugal en un torneo internacional.
Con cautela
Hombre por hombre, República Checa resultaba
diezmada ante ‘A Selecçao’. La estrategia de los eslavos sería aguantar la
carabela portuguesa y esperar alguna distracción para poder perforarla. A
tientas, los checos recorrían los senderos del Stadion Narodowy con la certeza
de que un lince ibérico estaba por ahí agazapado, con su número ‘7’. El factor
Cristiano Ronaldo, siempre latente.
Archivo
familiar
Hace dieciséis años, la Euro inglesa del 96 montó
el mismo escenario. Eran cuartos de final y el Portugal de Rui Costa cayó con gol
de Poborsky en Birmingham. Esa República Checa –que avanzó hasta la final- estaba
capitaneada por un férreo zaguero del Kaiserslautern llamado Miroslav Kadlec. Dieciséis
años después, su hijo Michal alineaba en Varsovia.
Expedición
En la segunda parte, la proa del bergantín
portugués se cernió, implacable, sobre los dominios del Moldava. A distancia,
Ronaldo iba desmembrando la guarida checa. Petr Cech no iba a aguantarlo todo.
Y así fue.
A diez del final, Portugal descolgó. Con la fiebre exploradora de Vasco da
Gama, Joao Moutinho penetró el territorio moravo. El hombre del Porto centró
sobre la ensimismada defensa checa y Cristiano Ronaldo picó con la cabeza: un
gol escrito por Pessoa.
Los
tres elementos
República Checa no logró arrojar ni una piedra al
Tajo. Se retira de la Euro con el réquiem de Dvorák. En el graderío, los dos veteranos
lusos se abrazan. Para que ‘Os Navegadores’ sigan avanzando, habrá que
perfeccionar al tercer elemento. Tendrá que poseer el felino deambular de Eusébio
y la estirpe viajera de Figo. Mientras tanto, de Porto a Lisboa, pasando por
Coimbra, a servir o vinho.
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