miércoles, 27 de junio de 2012

De caballería y naufragios


Bruno Alves es un zaguero con metro y noventa de estirpe brasileña. Oriundo de un puerto pesquero al norte de Portugal, se desempeña como centinela del Zenit de San Petesburgo, donde la brisa filosa que despide el Mar Báltico nunca lo ha cimbrado. Pero nadie se imaginó que una noche ucraniana lo vería romperle un tablón a la carabela de Magallanes. Esa bala de cañón que descuadró el arco del Donbass Arena cargaba con las aguas malas del naufragio. La tripulación lusitana nunca se hizo a Kiev. En Lisboa, el Correio da Manha carga en sus páginas las palabras de Paulo Bento: “A Espanha foi mais feliz”. Más al este de esa península Ibérica, la resaca madrileña lee el ABC: “La selección española ya roza la leyenda”. De Chamberí a Vallecas, las sonrisas son tan pronunciadas que hasta “La maja vestida” sonríe coqueta a pesar de los ajuares.

Coordenadas
Medio cuadro titular del Real Madrid se repartió en los dos prados de Donetsk. De este a oeste, la nave lusa de ‘Os Navegadores’ se devaneaba, mapa en mano, por dónde clavar el ancla. Y de sur a norte, la cuadrilla de Del Bosque, ese señor salamantino gestor del tiqui taca, pulsaba en territorios que resultaban ya explorados. Cristiano Ronaldo tejió un par de guiños de cuplé y Andrés Iniesta le sacó filo a un poste.

Para el segundo episodio, por las almenas de Vicente se asomó el cambio. Cesc Fàbregas suplió a un Negredo que anduvo errante. En los botines del catalán residía el cambio de vocación. Pero tardaba, tardaba. A pocos despliegues pulmonares del tiempo regular, Portugal enhebró un contragolpe. El ataque embistió con cuatro y a Ronaldo le tocó el último trazo. Recibió, enfiló… y envió el balón a la cordillera de los Cárpatos. Latitud: cero. Tiempos: extra.


Archivo
El historial del choque ibérico en Euro se limita a fase de grupos. En Francia, la España capitaneada por Luis Arconada resistió el 1 a 1 contra un Portugal que se quiso rebelar en el Velódromo de Marsella. Era 1984 y, en Madrid, Ana Torroja y dos hermanos empezaban a sonar.

En 2004, cuando el gobierno de Aznar emitía sus estertores finales, un gol de Nuno Gomes sacó a España del torneo, allá en el José Alvalade de Lisboa.

Prórroga
Cuando un partido se traba, por lo general el fango brota en medio campo. Pero una semifinal de esta calaña se tensaba desde la defensa, cuando algún cuchareo quirúrgico frustraba el gol. Cuando Iniesta la volvió a tener, Rui Patricio desvió en el último suspiro. Parecía imposible, pero el arquero del Sporting Clube al parecer recibió ayuda directa desde la parroquia de Nossa Senhora de Fátima. Y cuando España ya pincelaba como Velázquez, el árbitro turco quebró la noche de Donetsk con su último aliento: penales.

Doce pasos (a bocajarro)
Iker Casillas y Rui Patricio pulieron la adarga en los primeros dos embates. Ceros. Iniesta convirtió elocuente, en un derroche de tripas y corazón. Nani forjó el penal latino por excelencia. Sergio Ramos le hizo honor a los archivos de la Euro y convocó a los botines de Panenka. Bruno Alves destajó la pintura del arco y agujeró la nave. Y Fàbregas la paseó de poste a red. Olé.


La ruta de Rocinante
Mientras el bergantín naufraga, el Quijote cabalga rumbo a Kiev. Alemán o italiano, el molino final ya se vislumbra. Esta vez, el caballero andante enarbola un tridente. Si se completa la proeza Euro-Mundial-Euro… que se levanten Lope y Garcilaso a escribir la crónica. Salú.

    

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